se borra el recuerdo.
La pena que dejó
se aleja por la puerta del olvido.
Nuevos rumbos las aves muestran
y las estrellas; con su influjo mueven
en noches de lascivia.
Lo etéreo se vuelve carne.
Poco a poco los deseos se vuelven corpóreos.
Con el paso lento del anhelo
vienen los carnales deleites,
invadiendo la estancia
de mis ardientes pensamientos.
En curvas se presentan
de carne y de cristales,
en cilindros de humo.
Alejando el letargo
y quitando el desvelo.
Exquisita es la carne
y no hiere
cuando a la voluntad se subyuga.
Cuando necesario es el afecto
se regala en abundancia;
mas cuando necesario el desprecio,
sin conmiseración, es convocado.
Y convocados también están los ejércitos del vicio
pues la hora de sumergirse carnales batallas llega,
sin siquiera ser llamada, pero deseada,
con la seguridad de saberse limpio de culpas
Y entre tanto afecto y pasada pena
la duda se pierde en lontananza,
la santidad da paso a la complacencia
y el jardín de las delicias, en fantasía puestas,
abre sus puertas a innumerables goces.
Bienvenidas sean, con cantos de elogio,
mis carnales salvadoras.
Presto a disfrutar el hombre les extiende sus brazos
para acogerlas cual amores en su pecho,
ahora de vuestra grandeza enamorado.