Sobre la pena he de levantar
el baluarte inexpugnable de la complacencia.
Comandaré los ejércitos del vicio
ahora subyugados a mi voluntad.
La santidad me vomito en el frio asfalto
donde el ruido infernal ensordece los tristes pensamientos
donde anidan el oro blanco y la rubia etílica.
La melancolía del pasado
es devorada por las arenas del tiempo,
naufraga como vil perra
arrastrada por el rio momentos.
¡Bienvenida exquisita complacencia¡
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