sábado, 15 de enero de 2011

En La Casa Lánguida

Muerdo los instantes, muerdo la lluvia, muerdo las tinieblas buscando la carne del tiempo y, los seres que dejaron su mordida en el corazón de la mordida del tiempo, piso el charco de sangre, húmedo delirio, rojizo espeso... Suena la melodía de la satisfacción, mórbida esencia, una esencia obscura, sin el más mínimo aliento de estar llena de vida, perdida en un silencio absurdo y estúpido.

Quisiera estar solo, sin nada en la cabeza, en una casa abandonada, que fuese el mundo al que yo le suponga las reglas, donde la sangre fuese un motivo para festejar... Y perderse en un baño de alcohol que nos aparte de la racionalidad.

I

La marcha fúnebre 
de las hojas escritas 
con tinta indeleble,
no hay marcha atrás.

II

Cada poro en el pergamino
lleno de cianuro
descendente y afirmativo,
tal vez regrese.

III

Esta noche exhalaré
el aliento febril
famélico, frívolo,
pintaré un cadáver sanguineo
y colérico; Al final
se transformará en melancólico.

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El salvión se disgrega en el torrente que el silencio lleva en su torbellino de voces y oraciones, en la canción que vibra en la vena profunda de la noche.


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