jueves, 13 de mayo de 2010

LA DANZA DE LAS ABEJAS ( Cadáver corrupto)

Estando entre mitos, risas, vírgenes y alcohol encontré mi obsesión. La obsesión por la danza, el zumbido y la miel; tiempo atrás descubrí lo inevitable: estaba siendo objeto del análisis y la persecusión de algo impensable.
Su danza era perturbadora, creaba una sensación de paranoia, expiaban nuestros movimientos, seguían la distancia y longitud de cada cuerpo; tal vez avisaban al enjambre quiénes éramos, nos analizaban, nos espiaban.
Se me ocurrió, alcoholizado, que las abejas eran como naves, naves nodrizas, cuya tripulación unicelular espiaba nuestro movimiento. Tenía razón, una abeja nos perseguía e, inquisitivamente, nos controlaba. Pienso ir al Salto del Tenquendama y arrojarme, para que, en un frenesí vertiginoso, nos precipitemos hacía la espuma.
Pero con la brisa a nuestro alrededor, desconocíamos qué pretendían, su sonido no se nos separaba, sus alas nos rozaban y el alcohol nos embriagaba. Fue cuando de repente nos imaginamos escribiendo cosas que , tal vez, brindaran sentido a nuestro ser, y esas abejas nos dieron idea de quienes éramos en realidad.
De repente vi como surgían en mi espalda esbeltas y lánguidas alas, al mismo tiempo que me devenía en un dorado y oscuro uniforme, mis patas salían de la armadura textil anteriormente impuesta, y mis patrones expresivos terminaban en un ¡Zzzzzz!
Ahora enterrare mi aguijón en la blandura de sus días, para que la miel del dolor abra los ojos de mi abeja reina.

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