viernes, 21 de mayo de 2010

BITÁCORA

Alleine Zu Zweit (1).

La naturaleza, la vida, el tiempo y el universo, componenetes de un todo; dimensiones que dirigen la existencia. Un mundo de colores, oscuro y sombrío pero alegre. No se sabe dónde estamos, parece una montaña, el rojo hijo de los ancianos verdes sembrados a la tierra, de ellos cuyas raíces absorben el interior y lo transforman en amarillo, vinotinto; todo lo que nos signifcaba estar en este nuevo y antiguo mundo, estar en los caminos de la felicidad, estar fecundando.

Mientras se modifica la realidad percibida es cuando uno se encuentra más cercano, es salir y entrar por la puerta que hace todo lo que una puerta hace, abrir y cerrar; allí donde sentado te encuentras sabrás que las piedras no se pueden abrir y cerrar.

"Los vi despegar en un cohete amarillo rumbo hacia un cielo lleno de diamantes, mientras el mayor Tom agitaba su mano tras el cristal. En la ventana frontal del cohete colgaba un aviso que decía: 969 Ethos Calle 72; el conductor vestía una camisa verde y exhalaba humo de sus fauces. "-Testigo de uno de los tantos viajes a Ethos-.

Uno, dos, tres, estación Ethos, ethos; favor evacuar. Los viajeros salen del dispositivo...las alas demarcan en el aire una danza con un compás ligero, feliz, los colores delimitan una atmósfera no conocida.

¡Alto¡ ¡Taxi¡, a la ochenta y siete con veintisiete¡, donde los días se desnudan a través del sonido. ¿Del sonido?. Sí claro, allí donde usted sabe que está parqueado. ¡Ah listo¡, llegaremos pronto¡. Gracias¡.
Todo prosiguió como prosigue en este momento, entre los ojos abiertos y las ganas de sueño que nunca llegan. Excepto los recuerdos de cuando despegamos, montados en el lápiz verde, de días vegetales, el comienzo de un momento de hundimiento en el frío abismo. Claro que ahora es diferente, verás, en el horizonte de colores, cuando vez paisajes distintos, sales del lugar de los jhones, para encontarte con lo nuevo, con...

"Según los ethonautas, los viajes transcurrían con calma, sin eventualidades, salvo el extraño Ziggy que, sin previo aviso, visitaba la nave. Charlaban durante horas sobre la vida en Marte y los beneficios de una aspirina y tinto con coca-cola."- Otro testigo de otro de los tantos viajes a Ethos-.

Hojas , ramas, el rojo, rojo paisaje pandemista, esperando los milagros de Ololoth. Dios de la nada, de seres inexistentes e impalpables. Nunca los hemos visto, sabes en el fondo que ellos existen, sabemos que en lugar incognoscible ellos están, tú les percibes, son seres innombrables, excepto Ololoth, dios multifascetico, dios multiforme eterno, que nos da la llave de la puerta inexistente...esa puerta inmaculadamente corrupta donde los días hacen su cubil de abejas. Abejas que brotan del enjambre clavado en la palabra, en el pensamiento de piedra que anida en el aire, en el universo infinitamente multiplicable; en la palabra infinita, en la espalda de un sueño.

"El polvo estelar se alojaba en el cerebro de los viajeros y el Sargento Pimienta condimentaba la razón. El cielo estaba de un azul naranja, como una colmena astral cuyas abejas encriptaban el ambiente." -Un testigo más, de uno más de los tantos viajes a Ethos-.

(1)Los cosmonautas escuchaban esta canción mientras viajaban y divisaban de fondo a Ethos. Puerta de regreso a este mundo.

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