miércoles, 12 de mayo de 2010

Pena

Se ha colado entre mis pensamientos la imagen de la noche, se ha transformado en insomnio.
Afuera sólo ruge la brisa, está lamiendo con fuerza los tejados secos y sin sombras de gatos.
La luna tiene que ser como un ojo de dios mirando al olvido, me siento como una piedra lejana, abandonado entre los días y el viento.
Se que el cielo no ha de moverse, y que el alba me mata siete veces, siete días, doce meses.
Pretendo que el mar está cerca, se me antoja que su rumor se abrá paso allá afuera, entre las lenguas frías del viento y el triste ojo de dios que quiere olvidar su olvido,
pero sé que como el mar mi corazón se encuentra distante, se encuentra gritando a lo lejos, gritando, solo, gritando porque ya no encuentra descanso a este amargo sufrimiento, a esta sangre infecta con sombras y con lechos.
Sufrimiento indescifrable de penas que no poseen memorias, que no poseen guerras,
que no poseen olvidos.

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